Con un examen pendiente de Neurobiología y retomando el dictado de clases de inglés se fue posponiendo contar nuestra experiencia en destinos exóticos.
Mi esposa y yo viajamos el pasado mes de Enero a Tailandia. Ni más ni menos. Poco nos íbamos a imaginar por aquel entonces lo que se avecinaba en tan solo un par de meses, el coronavirus, la reclusión domiciliaria preventiva y obligatoria.
Esta situación se siente como un escenario de una película de ciencia ficción, el mundo tal como lo conocemos en jaque por un virus para el cual aún no hay vacuna, y el reto de reelaborar nuestras actividades de manera digital. En mi caso al dar clases particulares online, me ha resultado más asequible, pero pienso en aquellos que ahora se ven en una situación difícil para traer la comida a la mesa, en un contexto de pandemia.
En medio de estos sentimientos encontrados y al margen de cómo lo esté resolviendo cada país, cuento un poco la experiencia de un viaje internacional que ahora sería imposible realizar. Empezaré por recomendárselo para cuando todo esto pase.
¿Vieron que siempre se posponen los planes? Oh no, no haré este viaje, ya lo haré después; bueno, creo que si una enseñanza nos estamos llevando de la situación que todos estamos viviendo es que "a veces es ahora o nunca". A veces no hay después.
Llevé bomba de insulina, tiras reactivas de sobra, insulina, sets de infusión, reservorios y dos glucómetros. Una maletita extra que subí en el equipaje de mano, puesto que en forma de bolso y con otra mochila, constituyeron nuestros únicos bultos para explorar Bangkok, Krabi, Phi Phi Islands y Phucket.
El viaje: No hubo ningún problema con la bomba ni las autoridades de seguridad aeroportuarias, eso sí, iba equipada con seguro médico y seguro de atención al viajero. Tuve que evitar pasar por todas las máquinas de Rayos X y lo hacía expresando en inglés y en español que portaba una microinfusora de insulina (se recomienda evitar el uso de la palabra "Bomba"). Para ahorrar inconvenientes por la barrera idiomática a la par mostraba la bomba conectada a mi cuerpo.
La comida de la aerolínea Ethiopean era buena y abundante, dejé los alimentos ricos en carbohidratos y el pan de lado. Y los valores glucémicos estuvieron en general bien durante no solo el vuelo sino todo el período vacacional.
Bangkok: La densidad poblacional de esta ciudad es algo increíble. Kilómetros y kilómetros, impresionante. Gente, gente, gente. Un tráfico de locos. La gente aún antes del estallido del coronavirus llevaba barbijo para protegerse de la contaminación ambiental. Pequeños altares improvisados en todas partes testigos del Budismo, centros de masajes a cada paso, puestos de comida callejeros, mercados. Establecimientos donde probar comida tradicional tailandesa (muy picante) como el Pad Thai. Un destino en el que uno podría estar muchísimo tiempo y ver miles de cosas, sin embargo, nosotras rápidamente nos dirigimos hacia la Tailandia más paradisíaca de las islas y las playas.

Krabi: La Península de Krabi está a una hora en avión de Bangkok. Nos instalamos en la playa de Ao Nang, donde descubrimos lo maravilloso del peculiar paisaje marino de la zona. Los longtail boats tan característicos, las formaciones rocosas que emergen del mar y forman islas, allí recorrimos varias y nos bañamos en las aguas del Mar de Andamán, en varias islas y cerca del mar, en unas aguas desconocidas donde hay que tener cuidado con las medusas. Ricas en peces de todas las especies, que acuden ávidos si tienes un poco de galletas para convidarlos. Tropicales. Un espectáculo hermoso e irrepetible. La playa de este área se convierte cada noche en un gran centro de salida colectivo donde se puede desde hacerse un tatuaje con bambú hasta salir, tomar algo, acudir al mercado nocturno....o por qué no, contemplar los espectáculos de fuego.
Nosotras caminamos y alquilamos unas bicicletas en el hotel para hacer ejercicio. También fuimos a ver el Templo de la Cueva del Tigre y subimos las innumerables escaleras en medio de monos que atentos contemplaban qué traían los turistas.
Hicimos un ATV también, o circuito de 4x4. Y paseamos por la jungla, bañándonos en un lago esmeralda, y entrando en una cascada de agua caliente natural. Ah. Y me colgué de una liana. Tenía que comprobar que podían con el peso de Tarzán :)
Phi Phi Islands: La joya de nuestro viaje. ¿Han visto alguna vez el paraíso? Esto nos pareció este lugar. Se llega en lancha de velocidad desde Krabi, estos speed boats tienen una capacidad máxima de unas ocho personas, por lo que el destino es muy exclusivo.
Allí hicimos kayak, snorkel, playa y vivimos atardeceres y amaneceres de ensueño. Creo que este es uno de los lugares sino el lugar más bello que he visto en mi vida. Me queda ahora en estos tiempos como un recuerdo imborrable.
También allá tuve la mejor experiencia de buceo de mi vida (1 h y media sin la bomba). La fauna marina se veía en grandes cantidades, bancos de peces altos como edificios y una biodiversidad espectacular en Lana Bay. Estar ahí abajo fue mágico. Y yo pude hacerlo, con diabetes tipo I y todo yo pude y lo recomiendo.
No había farmacia en el complejo excepto para cosas básicas y una enfermera, por suerte no me hizo falta. Por ello antes de acudir a destinos así es imprescindible estar abastecido de los insumos estrictamente necesarios y un poco más, ya que lo que está en juego son nuestras vidas (cosa que hay que explicar continuamente a obras sociales y proveedores de salud).
Phuket: La isla de Phuket fue afectada por un tsunami en 2004 como muchos otros de los territorios que he ido citando y murieron miles de personas. En muchos lugares a los que íbamos, había señales de ruta de escape en caso de tsunami. En aquel tiempo aquello nos inspiraba un poco de temor, hoy reflexiono que uno nunca sabe lo que puede pasar, existan o no señales...
Disfrutamos los últimos días en Tailandia en Karon Beach antes de volver a la capital, Etiopía y Buenos Aires. Acariciamos, nos subimos en elefantes, nos bañamos en el barro con ellos y les dimos de comer. Inolvidable. Practicamos tirarnos por una cuerda entre montañas, rafting, disfrutamos espectáculos naturales irrepetibles como cascadas (en una cascada habitaban unos peces a los que tire una bolsa de los azúcares de las hipoglucemias, a ver que hacían, y se volvieron locos. Emergían de las aguas y casi se salían del agua en grupos de unos sesenta, una locura). Y degustamos platos tradicionales tailandeses muy picantes. Por cierto si pides picante significa insoportablemente picante, un poco picante para ellos es muy picante y que casi no pique es picante (ja ja).

Y esto es todo. Muchas gracias por compartir nuestro viaje con diabetes pero sin problemas que hoy es un recuerdo hermoso para siempre. Un viaje que nos decidimos a hacer y de ello no nos arrepentimos. Y estos recuerdos, y esas playas y ese mar, ese lo llevamos con nosotras para siempre.